Los buenos Pensamientos (Parte II)

“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo dig no de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo dig no de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).

Los pensamientos de nuestros corazones 

1 Reyes 8:39; Salmo 19:14; 1 Crónicas 28:9; 1 Samuel 16:7 

El corazón es presentado como la fuente de todas las intenciones y pensamientos. Dios  conoce cada partícula de lo que pasa por nuestra mente. No podemos esconderle absolutamente nada. Alguien podría cuestionar a Dios por la falta de privacidad debido a que  Él puede conocer el más profundo de nuestros pensamientos. Sin embargo, para el impío esto puede ser una preocupación; pero para el hijo de Dios, el hecho de que Él constantemente vigile nuestros pensamientos puede favorecernos grandemente, pues por  ello Dios puede defendernos de manera justa ante las acusaciones de las personas y de  Satanás. El problema es que, tanto las personas como el diablo no pueden leer nuestros  pensamientos, sólo por observar lo externo pueden acusarnos injustamente. Al conocer  Dios nuestra intimidad en pensamiento, al ver nuestras luchas y sinceridad, puede en tendernos y actuar en nuestro favor. Elena G. de White afirma que “Jehová Dios es  exacto e infalible en su comprensión. Entiende el funcionamiento de la mente humana,  conoce los principios activos que impulsan a los seres humanos que ha creado; sabe  exactamente cómo reaccionarán frente a lo que se les presenta, y de qué manera actuarán frente a cada tentación que los somete a prueba y en toda circunstancia en la  cual se encuentren” (Mente, carácter y personalidad, tomo 2, pp. 812, 813). Además, al  conocer nuestros pensamientos, “aun antes de que le presentemos nuestras dificultades, Él dispone las cosas para nuestra liberación. Nuestra tristeza no pasa inadvertida.  El siempre conoce mucho mejor que nosotros lo que es necesario para el bien de sus  hijos, y nos conduce como nosotros elegiríamos ser guiados si pudiéramos discernir  nuestros propios corazones y ver nuestras necesidades y peligros tal como Dios los ve.  Pero los seres finitos pocas veces se conocen a sí mismos. No conocen sus propias flaquezas… Dios los conoce mejor de lo que ellos se conocen, y él sabe cómo guiarlos”  (Nuestra elevada vocación, p. 318). 

Como ya fue dicho, Satanás no puede leer nuestros pensamientos, por lo tanto él, como  sus ángeles, sólo pueden observar, escuchar, e imaginar lo que pasa en nuestro interior.  “Satanás no puede leer nuestros pensamientos, pero puede ver nuestras acciones y es cuchar nuestras palabras; y gracias a su largo conocimiento de la humanidad, puede dar  forma a sus tentaciones para sacar ventaja de los puntos débiles de nuestro carácter”  (Review & Herald, 19 de mayo, 1891; citado en Mensajes para los jóvenes, p. 326). Por  esta razón sería mejor que aprendiéramos a orar más a través de los pensamientos que  por los labios. 

También necesitamos tener en mente que no hay modo de esconder algo de Dios. Los  hombres no pueden ver los más íntimos pensamientos que pasan por nuestra mente,  pero Dios los puede leer uno por uno. Los hombres no pueden ver los pecados que posiblemente contemplamos con los ojos, pero Dios los puede conocer en detalle, minuciosamente. No podemos ocultar nada de la vista de Dios. Es claro que esta advertencia  sirve apenas para el impío y el rebelde, pues los sinceros lucharán valerosamente contra  toda y cualquier tentación, valientemente lucharán día tras día para dominar sus pensamientos y los ojos haciéndolos cautivos al Señor de la gloria. Y serán capaces de decir a Dios lo que ya dijo el salmista: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame, y  reconoce mis pensamientos. Mira si voy en mal camino, y guíame por el camino eterno”  (Salmo 139:23, 24). 

Lecturas adicionales 

Él conoce sus motivaciones, sus verdaderas intenciones y propósitos. Acuda a él con  su alma tal cual es, toda mancillada. Como el salmista, abra las cámaras del corazón ante el ojo que todo lo ve y dígale: ‘Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame  y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el  camino eterno’ (Salmo 139:23, 24). Someta su corazón para que sea refinado y purifica do; entonces llegará a ser participante de la naturaleza divina “habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:4). Entonces estará siempre preparado ‘para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante to do el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros’ (1 Pedro 3:15). La  paz de Cristo será de usted. Su nombre quedará registrado en el libro de la vida; su título de la herencia divina llevará el sello real, el cual nadie en este mundo se atreverá a  disputar. Ninguno podrá obstruir sus pasos hacia los portales de la ciudad de Dios, y así  tendrá libre acceso a la presencia real y al templo de Dios en los cielos (Testimonios para la iglesia, tomo 5, p. 312). 

“La oración no es entendida como se debiera. Nuestras oraciones no han de informar a  Dios de algo que él no sabe. El Señor está al tanto de los secretos de cada alma. Nuestras oraciones no tienen por qué ser largas ni decirse en voz alta. Dios lee los pensamientos ocultos. Podemos orar en secreto, y el que ve en secreto oirá y nos recompensará en público” (Mensajes para los jóvenes, p. 245). 

“Luego, niños, pedid a Dios que haga en vuestro favor lo que no podéis hacer vosotros  mismos. Decídselo todo a Jesús. Abridle los secretos de vuestro corazón; pues su ojo  escudriña lo más oculto del alma, y lee vuestros pensamientos como un libro abierto.  Cuando le hayáis pedido las cosas necesarias para el bien de vuestra alma, creed que  las recibís, y las tendréis” [The Youth’s Instructor, 7 de julio, 1892; citado en El hogar ad 

ventista, p. 270]. 

La paz de Cristo en el corazón 

Colosenses 3:1-17 

Lee con atención el versículo central de esta sección y medita en cada situación de deformidad que debe ser combatida. Colosenses 3 es un buen capítulo para que entendamos lo que podría ser la perfección cristiana. Debemos meditar continuamente en estos  versículos y suplicar a Dios que retire cada arista de carácter negativo. 

Todos los pecados mencionados por Pablo siempre comienzan en los pensamientos.  Por lo tanto, es coherente que luchemos para tener la mente más pura y libre de pecado  posible. Al respecto, Elena G. de White escribió que “los seres humanos son entes con  libertad moral, y como tales deberían obligar sus pensamientos para que transcurran por  los canales apropiados. Aquí hay un amplio campo en el cual la mente se puede explayar con seguridad. Si Satanás trata de desviarla hacia cosas subalternas y sensuales,  deberían traerla de vuelta y concentrarla en las cosas eternas; y cuando el Señor vea  que se hace un esfuerzo decidido para retener solamente los pensamientos puros, atraerá la mente como un imán, limpiará los pensamientos y los capacitará para que se purifiquen de todo pecado secreto. ‘Derribando argumentos y toda altivez que se levanta  contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de  Cristo’ (2 Corintios 10:5)”. Afirma además que “la primera obra que tienen que hacer los  presuntos reformadores consiste en purificar la imaginación. Si la mente se desvía en  una dirección equivocada, debe ser obligada a volver y espaciarse solo en temas puros  y elevados. Cuando se vean tentados a ceder ante una imaginación corrompida, deberían huir hacia el trono de la gracia y orar pidiendo fortaleza del cielo. Con la fuerza de  Dios se puede disciplinar la mente para que se concentre en las cosas puras y celestiales” (Mente, carácter y personalidad, tomo 2, p. 618). 

¡Cuán bueno es saber que no estamos solos en esta lucha! Por más ardua que pueda  ser, Dios quiere ayudarnos a vencer las pruebas haciéndonos fuertes y victoriosos. Sin embargo, Dios no puede dar los pasos iniciales que a nosotros nos corresponde dar. Así  como la experiencia del Mar Rojo con el pueblo de Israel, Dios sólo abrirá el mar para  concedernos la victoria y fuerza sólo si damos el primer paso en la dirección correcta.  Necesitamos luchar arduamente contra todo mal pensamiento. Si logramos poner riendas en nuestra mente a punto tal de lograr desviar los malos pensamientos, nuestro crecimiento en Cristo será sorprendente y la paz con Dios excederá a nuestro corazón. No  hay cosa más importante para el cristiano que vivir en paz con Dios en todo momento.  Las dificultades nos perseguirán y Satanás no aflojará en intentar alcanzarnos por las  puertas traseras de nuestras debilidades. Pero con Dios, y velando con insistencia las  avenidas del alma, el enemigo será derrotado y seremos victoriosos en la sangre del  Cordero. 

Lecturas adicionales 

“Sus facultades perceptivas aumentarán en poder y agudeza si su ser entero, cuerpo,  alma, espíritu, está consagrado al cumplimiento de una obra santa. Esfuércese al máximo, mediante la gracia de Cristo, por alcanzar la norma elevada que tiene delante. Pue de ser perfecto en su esfera como Dios lo es en la suya…” 

“No debe considerarse meramente un recipiente pasivo de la gracia de nuestro Señor  Jesucristo. Dios le ha confiado preciosos talentos y exige el aumento de esos talentos.  El tiene derecho a los intereses del capital prestado… Sometiendo su voluntad a la suya  mejorará en el habla y en las concepciones espirituales…” 

“Debe cuidar celosamente las facultades de la mente. Sus pensamientos deben estar  bajo el control del Espíritu Santo… Su obra es avanzar hacia la perfección, progresando  constantemente, hasta que al fin sea declarado digno de recibir la vida inmortal. Y aun  entonces la obra de progreso no cesará sino que seguirá por la eternidad” (En lugares  

celestiales, 

  1. 186).

“Asediado diariamente por la tentación, constantemente frente a la oposición de los dirigentes del pueblo, Cristo sabía que debía fortalecer su humanidad por la oración. A fin  de ser una bendición para los hombres, debía estar en comunión con Dios, rogando por  energía, perseverancia y firmeza. Así demostró a sus discípulos dónde se hallaba su  fuerza. Sin esta comunión diaria con Dios, ningún ser humano puede recibir poder para  servir. Cristo solo puede dirigir correctamente los pensamientos. El solo puede dar nobles aspiraciones y amoldar el carácter de acuerdo con la semejanza divina. Si nos  acercamos a él en oración ferviente, llenará nuestro corazón de propósitos elevados y  

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santos, y con hondos anhelos de pureza y justicia. Los peligros que se acumulan en derredor nuestro, exigen que los que tienen experiencia en las cosas de Dios ejerzan vigilante supervisión. Los que anden humildemente delante de Dios, desconfiando de su  propia sabiduría, comprenderán su peligro y conocerán el cuidado custodio de Dios” (Consejos para los maestros, p. 307). 

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